La zanahoria en la alimentación infantil
Tanto la zanahoria como el apio pertenecen a la familia de las Apiaceae, compuesta por varias
hierbas y algunos arbustos, tradicionalmente llamadas umbelíferas.
La zanahoria se suele introducir a los seis o siete meses en la alimentación del bebé, aunque hay
quien la retrasa más porque acumula nitratos. Aunque como vemos más adelante también es muy
rica en betacaroteno, precursor de la vitamina A, por lo que en ese sentido sería beneficiosa.
La Asociación Española de Pediatría recomienda evitar al principio alimentos que puedan
contener muchos nitratos, e incluye la zanahoria junto a otras verduras (remolacha, espinacas…)
de las que hablaremos en un próximo post.
Lo ideal sería empezar ofreciendo poca cantidad (si ponemos mucha, a los bebés les puede
cambiar el color de la piel, especialmente de la nariz, que se pone naranja). Una solución para
evitar los nitratos sería cocer la zanahoria aparte del resto de verduras y descartar el agua de
cocción a la hora de preparar el puré, o cocinarlas al vapor.
La zanahoria es un alimento excelente desde el punto de vista nutricional gracias a su contenido
en vitaminas y minerales. El agua es el componente más abundante, seguido de los hidratos de
carbono, siendo estos nutrientes los que aportan energía. Al tratarse de una raíz, absorbe los
nutrientes y los asimila en forma de azúcares. El contenido de dichos azúcares disminuye tras la
cocción y aumenta con la maduración.
Su característico color naranja se debe a la presencia de carotenos, entre ellos el beta-caroteno o
pro-vitamina A, un compuesto antioxidante que se transforma en vitamina A una vez entra en
nuestro organismo.
También es fuente de vitamina E y de vitaminas del grupo B como los folatos y la vitamina B3 o
niacina. En cuanto a los minerales, destaca el aporte de potasio, y cantidades discretas de
fósforo, magnesio, yodo y calcio.
Algunos de los componentes nutricionales de la zanahoriason: Agua (g) 88.6 Carbohidratos
(g) 10.1 Lípidos (g) 0.2 Calorías (cal) 40 Vitamina A (U.I.) 2.000-12.000 Vitamina B1 (mg) 0.13
Vitamina B2 (mg) 0.06 Vitamina B6 (mg) 0.19 Vitamina E (mg) 0.45 Ácido nicotínico (mg) 0.64
Potasio (mg) 0.1.
Recomendamos que consultéis al pediatra la posibilidad de ofrecer esta verdura al bebé
comentándole los puntos que hemos mencionado.
El tomate en la alimentación infantil
El tomate es más alergénico que otras verduras y a muchos niños les provoca erupciones en la
piel de alrededor de la boca (por el contacto), por lo que podríamos suponer una reacción similar
en el estómago.
Hay pediatras que lo recomiendan a partir de los 12 meses y otros a partir de los 6 meses,
cuando ya podrían incluírse, cocidos, en las papillas del bebé. Se puede introducir a esa edad
temprana cuando iniciemos la alimentación complementaria y si observamos alguna reacción en
la piel del bebé retirarlo y retrasarlo unos meses más.
En cualquier caso, antes de cocinar los tomates (o de triturarlos) habremos de pelarlos y de
quitarle las semillas (resulta sencillo, con una cucharita, en crudo, quitar esa parte de pulpa que
tiene las semillas). Escogeremos los tomates más maduros, pues los verdes son más indigestos y contienen una sustancia tóxica.
Los tomates se pueden cocinar hervidos en agua o cocidos al vapor, y se mezclan con otras
verduras aptas para la alimentación del bebé (el brócoli, el calabacín y la calabaza, la patata, las
judías verdes y guisantes...), así como con carne o pescado cuando ya hayamos introducido en la
dieta del bebé.
100 gramos de tomate aportan solamente 18 kcal. La mayor parte de su peso es agua y después
los hidratos de carbono. Contiene azúcares simples que le confieren un ligero sabor dulce y
algunos ácidos orgánicos que le otorgan el sabor ácido característico.
El tomate es una fuente importante de ciertos minerales (como el potasio y el magnesio, fósforo,
sodio hierro…). De su contenido en vitaminas destacan la vitamina A, las B1, B2, B3, B5, B6 y la
vitamina C. Presenta también carotenoides como el licopeno (pigmento que le da el color rojo
característico). La vitamina C y el licopeno son antioxidantes con una función protectora de nuestro
organismo.
Por todas estas propiedades se trata de un alimento sumamente nutritivo. Igual que con la
zanahoria, recomendamos que consultéis a vuestros pediatra la posibilidad de dar tomate al
bebé, tanto cocinado como crudo en forma de zumo, modalidad para la alimentación del bebé
que pasamos a comentar.
* El zumo de tomate.
En términos botánicos, el tomate es una fruta, y es que en muchos casos los límites entre fruta y
verdura no están claros. Por ello no nos suena tan raro lo del zumo de tomate.
Hay pediatras que señalan que se le puede dar zumo de tomate natural al bebé a partir de los seis
meses, aunque probaremos con poca cantidad, un jugo rebajado con agua y usando tomates
muy maduros sin piel ni semillas para ver cómo le sienta al bebé.
Nunca hay que dar al bebé jugo de tomate envasado. Estos zumos, preparados para personas
mayores, muchas veces llevan adicionada sal y hasta pimienta, y podría causar una indigestión al
bebé.
Precisamente es debido a la fragilidad del tubo digestivo del pequeño que se requieren esos
cuidados especiales para que el jugo de tomate se adapte a su intestino sin producirle trastornos:
tomates maduros, sin piel ni pepitas, mezclado con agua y en poca cantidad.
El apio en la alimentación infantil
Como hemos dicho, el apio pertenece a la misma familia que la zanahoria (Apiaceae), aunque
esta verdura no acumula los nitratos tanto como la anterior.
Por ello respecto al apio no hay restricciones a la hora de introducirlo en la dieta del bebé a partir
de los 6 meses, pero sólo empleando el caldo, la sustancia que suelta la verdura al cocerlo: no lo
trituraremos. A la hora de triturar las verduras, el apio ha de quedar fuera, pues es muy
filamentoso y puede resultar difícil de digerir.
Trituraremos el resto de hortalizas quitando el apio, aunque sus propiedades nutricionales y el
sabor característico habrán pasado al agua que empleamos para la papilla.
El apio resulta adecuado en la dieta humana debido a su alto contenido de fibra dietética,
vitaminas y minerales, además de ser considerado un buen diurético debido al alto porcentaje de
agua.
La composición (cada 100 gramos) es: Agua: 95 g, Energía: 57 kJ, Proteína: 0,7 g, Grasa: 0,2 g,
Carbohidrátos: 3 g, Azúcares: 2 g, Fibra: 1,6 g, Vitamina C: 3 mg.
El apio es rico en minerales (potasio, sodio, magnesio, hierro, azufre, fósforo, manganeso,
cobre…) y rico en vitaminas (A, C, E y B).
Modo de preparación de las verduras
Ya hemos dado los datos básicos para cada una de las verduras comentadas: hervir aparte la
zanahoria para evitar la acumulación de nitratos, pelar y quitar las pepitas de los tomates y no
triturar el apio para elaborar la papilla.
El tomate y la zanahoria se pueden cocinar hervidas o al vapor, pero el apio necesita la cocción
en agua, pues precisamente es la sustancia que deja en el agua lo que nos interesa para
elaborar la papilla, y no la propia verdura.
Al triturar el puré hay que añadir el agua suficiente para que éste tenga una consistencia suave,
aunque poco a poco hay que mantener trocitos más grandes y dejar que el bebé coja las verduras
cocidas con la mano y vaya comiendo.
Como hemos dicho en las otras entradas dedicadas a las verduras, no es conveniente recalentar
el puré de una vez para otra. Lo que no se vaya a consumir es mejor apartarlo antes y guardarlo en
la nevera o congelarlo si no va a ser consumido en las próximas 24 horas.
Siguiendo todos estos consejos lograremos que verduras tan sanas como el tomate, el apio y
la zanahoria empiecen a formar parte de la alimentación infantil.
Grupo 3
0 comentarios:
Publicar un comentario