Los meses de más calor son una época propicia para consumir frutas. No es casualidad que en ferias y supermercados exista una gran variedad para postres o jugos que busca sacar partido a la mayor oferta que se registra en el periodo estival de estos productos.
No obstante, si no se quiere aumentar de peso, se deben tener ciertas precauciones en cuanto a la cantidad y la preferencia de aquellas frutas que aportan menos calorías, detalla Mónica Campano, académica de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad Andrés Bello.
En primavera y verano es común tener más variedades de frutas y es muy fácil entusiasmarse en el consumo, se suele comer así sin restricciones ya que existe el convencimiento de que no hacen subir de peso.
Pero si bien es recomendable ingerir frutas a diario, no hay que extralimitarse, alerta la especialista, debido a la mayor cantidad de hidratos de carbono simples en base a fructosa que contienen muchas de ellas.
Por ejemplo, cien gramos de cerezas (entre 10 y 12 unidades) tienen 69 calorías. Sin embargo, muchas personas consumen fácilmente entre 300 ó 400 gramos, aumentando el aporte calórico a 200 ó 300 calorías.
"Si a esto sumamos una mayor ingesta de bebidas, helados y golosinas, el resultado para el peso puede ser nefasto", recalca la nutricionista.
Lo mismo sucede con uvas, cerezas y piñas, que entregan un mayor aporte de calorías, por lo que se deberían consumir con moderación. La nutricionista destaca como opciones con menos calorías a frutas como las naranjas, mandarinas, pomelos o frutillas.
En esta época también se consumen jugos naturales de frutas. Sobre esta preferencia se alerta que existen algunas que incluyen la pulpa en la preparación, lo que aumenta el aporte de calorías, más aún si se agrega azúcar.
"Lo ideal es que sea sólo o con endulzante. Se puede hacer con naranjas, pomelos o jugo de limón. Un vaso de jugo de esas frutas tiene en promedio 70 calorías", puntualiza Mónica Campano.
Para evitar el alza de peso en esta época, subraya en la importancia de considerar la cantidad, distribución y selección de los alimentos a través de las diferentes comidas que se realizan al día.
Según la nutricionista, lo ideal es mantener de tres a cuatro comidas diarias distribuidas cada tres o cuatro horas. "La comida no debe ser suprimida en ningún momento, pues ello con el tiempo favorece la aparición de una insulino-resistencia", concluye la especialista.
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